La arriesgada profesión de los escaladores de árboles amazónicos
"Coge otra rama, 'Zelao', una más", grita el científico, apuntando a través de sus prismáticos a la copa de un árbol de 20 metros en las frondosas selvas a orillas del río Manicoré, en la Amazonía brasileña.
Ni bien oye el pedido, 'Zelao', que en pocos segundos ha trepado por el tronco de una itaúba, un árbol amenazado cuya madera es muy buscada para la construcción de embarcaciones, estira la tijera telescópica, corta la rama y la deja caer sobre el grupo de botánicos.
Fornido y de tez morena, José Raiumundo Ferreira, 'Zelao', de 42 años, es uno de los pocos 'materos' o escaladores de árboles de la Amazonía brasileña, una profesión de riesgo, que suele hacerse desde la informalidad y es vital para el estudio de la biodiversidad de la mayor selva tropical del planeta.
Hace más de diez años que acompaña a expediciones científicas por la densidad de la selva, encaramándose hasta cinco o seis veces por día a árboles de hasta 50 metros para coger flores y frutos de las ramas o para instalar en lo más alto cámaras para filmar a las aves y los monos del lugar y su comportamiento.
"Para nosotros son de vital importancia, especialmente en una biodiversidad como esta de la que solo conocemos el 30%. Sin ellos no podríamos recoger muestras", explica a la AFP Marta Pereira, doctora en botánica de la Universidad del estado de Amazonas, mientras clasifica y registra tallos y flores.
'Zelao' usa un arnés, una soga, guantes de escalada y unas botas con una gruesa suela de caucho que le sirven para impulsarse por el tronco y hacer presión en la corteza.
Para evitar descensos no deseados o mantener el equilibrio mientras maniobra, tiene que hacer una fuerza descomunal con los gemelos. A veces, pasa de árbol en árbol.
"Exige mucha técnica, mucha preparación física, y hay muchas lesiones. Yo ya pasé por cuatro cirugías de ligamento", explica 'Zelao' al bajarse del árbol.
Pereira asegura que en toda la Amazonía no hay más de 20 'materos' escaladores, una cifra inferior a la demanda de las misiones científicas.
"Conseguir un escalador es muy difícil. Mi agenda está llena hasta el 20 de diciembre", afirma 'Zelao'.
Consciente de la escasez de perfiles como el suyo, lleva tiempo enseñando a sus hijos de 21 y 19 años para que, cuando su cuerpo o su rodilla digan basta, ellos puedan proseguir con su oficio.
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