Fort McKay: donde el bosque boreal de Canadá dio paso a las arenas bituminosas
El olor impregna el aire. Un hedor acre a gasolina. Luego está el hollín, que lo cubre todo: los árboles, los arbustos, incluso la nieve en invierno. Y durante todo el día, detonaciones ensordecedoras ahuyentan a los pájaros.
En Fort McKay, en la región de Fort McMurray, en el corazón del bosque boreal de Canadá, las coníferas y los álamos han dado paso hace tiempo a enormes minas a cielo abierto para la explotación de arenas bituminosas, uno de los proyectos industriales más grandes del mundo.
Vista desde el cielo, la zona contrasta con la gran extensión verde que la rodea. La tierra está salpicada de grandes agujeros negros, charcos gigantes de agua. Hay una maraña de carreteras asfaltadas por las que transitan cada día cientos de camiones, y en medio, inmensas fábricas que echan humo por anchas chimeneas.
En tierra, varias veces por minuto las detonaciones espantan a las aves migratorias, que llegan cada año a esta zona en el norte de la provincia de Alberta. Lo hacen para evitar que bajen a los enormes estanques que recolectan agua contaminada, donde flotan espantapájaros de hierro vestidos con chalecos naranjas.
Estas minas volvieron ricos a los habitantes de Fort McKay, la mayoría indígenas. Pero también han modificado y dañado profundamente la tierra en la que sus antepasados vivieron durante siglos.
"Todo ha cambiado, todo está destruido hoy", dice Margie Lacorde, de 74 años, triste al ver las hojas resecas y amarillentas por la sequía.
Esta locuaz métis (mestiza con ascendencia aborigen y europea) lamenta no poder bañarse más en el río y recoger bayas en los bosques como lo hacía de niña.
En su infancia, las familias derretían nieve para usar el agua para beber y cocinar. Eso sería imposible hoy: apenas la nieve toca el suelo, se ensucia por el polvo que se filtra desde las fábricas.
"La contaminación está acabando con nuestra naturaleza", dice Lacorde a la AFP, aunque ella trabajó en la industria petrolera durante años para mantener a su familia.
Tampoco quedan terrenos de caza: la tierra se vendió para uso industrial.
- "Profanado" -
"Es nuestro territorio el que está profanado por la industria petrolera en nombre del dólar y la prosperidad del dinero", afirma Jean L'Hommecourt, una activista ambiental de 59 años, que asumió la lucha que alguna vez defendieron sus padres.
Las arenas bituminosas son partículas formadas por granos de arena cubiertos por una película de agua, rodeada a su vez por una capa de betún, cuya extracción consume mucha energía y genera un gran volumen de gases de efecto invernadero.
Cuando se instaló la primera mina en 1967, se firmaron convenios con las comunidades para brindarles trabajo y recursos.
Pero los impactos ecológicos son tan significativos que se ha puesto en duda la existencia de poblaciones indígenas, cree esta activista.
"Todo aquello de lo que dependemos para mantener nuestra cultura se ha visto comprometido por la industria", dice la mujer de cabello largo y canoso, señalando las bayas que normalmente se usan para el té y que ahora están demasiado contaminadas para usarlas.
Hoy en día, los sitios activos de extracción de arenas bituminosas forman una cadena de más de 60 kilómetros a lo largo del río Athabasca.
El pueblo de Fort McKay, con sus aproximadamente 800 habitantes, es un pequeño punto en el mapa en medio de este complejo industrial.
Canadá alberga el 10% de las reservas conocidas de oro negro del mundo, gran parte de las cuales se encuentran en las arenas bituminosas de Alberta.
Todos los días, se extraen casi 3 millones de barriles de crudo de esas arenas, según datos oficiales del gobierno, lo que hace que Canadá sea el cuarto mayor productor de petróleo del mundo y el principal exportador de crudo a Estados Unidos.
En total, más de 4.800 kilómetros cuadrados se utilizan para la extracción de arenas bituminosas en el país.
La industria "se ha apoderado de todas nuestras tierras y aguas, nuestro acceso a nuestra vida silvestre y nuestras plantas medicinales", afirma L'Hommecourt, una indígena dene.
Cuando los lugareños expresaron su preocupación, "todo quedó registrado", continúa. "Y luego las empresas simplemente dijeron 'ok, recopilamos la información, recopilamos sus inquietudes y lo mitigaremos todo con dinero".
- Medio ambiente vs. prosperidad -
Para muchos conservacionistas, el impacto de esta industria es tal que hablan de "ecocidio".
El sector del petróleo y el gas representa una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de Canadá, según los últimos datos oficiales de 2022. Y solo el sector de las arenas bituminosas, el 12%.
Los científicos han detectado rastros de otras emisiones de contaminantes atmosféricos nocivos, como el óxido de azufre y los óxidos de nitrógeno, en suelos y capas de nieve a decenas de kilómetros de la zona minera.
La industria también consume una gran cantidad de agua, extraída de ríos y lagos cercanos.
"Aún queda mucho por hacer para reconocer el daño causado", lamenta Keith Stewart, de la oenegé ambientalista Greenpeace, criticando a las empresas que se demoran en limpiar.
No obstante, Stewart reconoce un "gran cambio" en la protección del medio ambiente en los últimos años.
"Durante mucho tiempo, incluso la idea de que pudiéramos limitar la expansión se consideró una locura y ahora es la idea de una expansión a gran escala la que parece una locura".
Pero no todos ven las arenas bituminosas como algo malo.
"La realidad es que si mañana cerrara la operativa de las arenas bituminosas, mi comunidad se moriría de hambre", dice Ron Quintal, jefe de los métis de Fort McKay, quien recuerda que "el 95% de los conciudadanos trabajan de una forma u otra en la industria petrolera".
Y las comunidades indígenas han pasado "30 a 40 años" tratando de asociarse con estos proyectos por lo que sería "muy difícil intentar que nuestra gente dé marcha atrás".
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