En Chipre, el balneario fantasma de Varosha espera revivir tras décadas de división
Varosha, antaño un lujoso destino costero de Chipre, encarna la división de esta isla mediterránea desde hace medio siglo y una enconada cuestión entre grecochipriotas y turcochipriotas: la restitución de los bienes inmuebles.
Varosha es un distrito de la ciudad de Famagusta, y hace cuatro años fue abierto al público. Desde hace cincuenta años, la localidad se encuentra bajo control turco.
Bajo un calor sofocante, cientos de curiosos se toman fotos frente a viviendas en ruinas. Algunos deambulan a pie o en bicicletas alquiladas, otros prefieren la sombra de los carritos de golf.
El 20 de julio de 1974, el ejército turco invadió el norte de Chipre tras un golpe de Estado de nacionalistas grecochipriotas, que querían unir la isla a Grecia. Los 45.000 habitantes de Varosha se tuvieron que marchar.
En el conjunto de la isla, unos 170.000 chipriotas helenoparlantes se refugiaron en el sur, y 40.000 turcoparlantes hicieron el camino inverso.
Chipre ha estado dividida desde entonces entre la República de Chipre, que ejerce su autoridad en el sur y forma parte de la Unión Europea y la zona euro, y la República Turca del Norte de Chipre (RTNC), autoproclamada en 1983 y reconocida únicamente por Ankara.
Desde que las autoridades turcochipriotas dispusieron la reapertura parcial en 2020 de Varosha, en el este de la isla, los curiosos acuden diariamente a lo que podría calificarse de "turismo del desastre".
Carteles publicitarios de la época aún adornan los escaparates. En una pancarta carcomida por el tiempo, un laboratorio fotográfico se enorgullece de revelar películas de color.
A pocas metros, tumbonas y sombrillas de paja se alinean en un tramo de playa de arena blanca, delimitado por filas de alambres de púas. Y los bañistas nadan al pie de un gran hotel que conoció su época de esplendor.
- Provisorio -
Al final del día, los visitantes se dispersan y Varosha vuelve a convertirse en una ciudad fantasma.
El grecochipriota Nicolas Karageorgis tenía 23 años cuando tuvo que abandonar este distrito de la ciudad de Famagusta.
"Al principio pensábamos que sería provisorio", recuerda este ex ingeniero que lucha, como otros desplazados, por recuperar su vivienda.
La República de Chipre, de mayoría griega, reconoce los derechos de los propietarios turcochipriotas originales. Sus bienes son alquilados a desplazados del norte a la espera de que algún día se resuelva el conflicto, y pueden regresar a ellos bajo ciertas condiciones.
En cambio, la RTCN otorga a los turcochipriotas desplazados desde el sur y a los colonos turcos el pleno uso de los bienes "abandonados" por los grecochipriotas.
Varosha es un caso particular. Sellada por el ejército turco, fue utilizada durante mucho tiempo como "moneda de cambio", lamenta Serdar Atai, de 57 años, un turcochipriota comprometido con la reconciliación entre las dos comunidades.
"Nos gustaría verla renacer con el regreso de los antiguos propietarios", dice.
- Volver a casa -
En 2020 Karageorgis volvió a ver la casa familiar saqueada, sin poder entrar. "Está vacía de objetos pero llena de recuerdos", murmura emocionado durante una nueva visita al lugar con la AFP.
Su calle, invadida por la maleza, está bloqueada por tres cuerdas. Un cartel recuerda la prohibición de acercarse a las casas.
"Presenté una solicitud ante la Comisión de Bienes Inmuebles (gestionada por la RTCN). Se puede solicitar una indemnización o la restitución. Yo elegí la restitución", relata.
Esta comisión fue creada en 2005 para tratar las reclamaciones relacionadas con las propiedades en el norte.
Pero, con la excepción de Varosha, las solicitudes de restitución se enfrentan a las leyes de la RTCN, que estipulan que una propiedad no puede ser retirada a su ocupante.
Queda la indemnización. El problema es que los múltiples procedimientos se prolongan.
"El truco (por parte turca) es pretender que si te presentas serás indemnizado", explica el abogado Achilleas Demetriades.
Los propietarios perjudicados "presentaron sus solicitudes (...), se dictaron sentencias (...) pero Turquía se niega a pagar las indemnizaciones", asegura.
Las dos comunidades, griega y turca, viven separadas por una zona desmilitarizada.
Mientras las negociaciones para la reunificación se estancan, la resolución del problema de las propiedades aparece como un requisito previo para la reconciliación.
"Es cierto que la cuestión de los bienes es importante", concede Simos Ioannou, el alcalde grecochipriota de Famagusta en el exilio. "Pero no solo dejamos nuestros bienes allí, dejamos nuestra alma", subraya.
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