El asesinato de un líder antiapartheid hace 30 años aún sacude Sudáfrica
El 10 de abril de 1993, un supremacista blanco asesinó a balazos a Chris Hani, una de las principales figuras de la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, en un crimen que amenazó con provocar una guerra racial y que aún suscita indignación.
La crisis desatada después del asesinato aceleró las negociaciones para poner fin al apartheid, el sistema político discriminatorio que se implantó en el país en 1948.
El gobierno se vio obligado a hacer concesiones y Nelson Mandela, quien se convirtió después en el primer presidente elegido democráticamente en unas elecciones multiraciales, llamó a la calma en la televisión.
"Cuando murió, desencadenó algo en Sudáfrica", recuerda a AFP el analista político Justice Malala, quien escribió un libro sobre esta figura clave.
Tres décadas después, los sentimientos de nostalgia, duelo y rencor aún permean el país, que se prepara para conmemorar a uno de sus héroes en un momento difícil, marcado por fuertes desigualdades y escándalos de corrupción.
"Chris Hani es lo contrario a lo que se ha convertido Sudáfrica", afirma Malala.
"Para los sudafricanos encarna, tal vez de manera ingenua, la idea de libertad y de que los activistas que luchan por la libertad son personas con grandes principios de integridad y de servicio", prosigue.
Un evento conmemorativo tendrá lugar el lunes cerca de Boksburg, al este de Johannesburgo, donde están ubicadas la tumba y el memorial de Hani.
- Sófocles, comunismo y religión -
Chris Hani, que dirigió el Partido Comunista de Sudáfrica (SACP, por sus siglas en inglés) hasta su muerte, nació en 1942 en una familia pobre en el sureste de la provincia del Cabo.
Fue educado en una escuela católica y durante una época, se planteó convertirse en cura, según Malala.
Luego estudió latín y literatura clásica en la universidad, antes de involucrarse en el movimiento de liberación nacional.
Hani fue uno de los primeros en unirse al Umkhonto we Sizwe (MK), el brazo armado del Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés), cuyo liderazgo no tardó en desafiar.
"Siempre planteaba la cuestión de los soldados comunes", señala a AFP Solly Mapaila, la dirigente actual de la SACP.
Después de participar en acciones guerrilleras en el extranjero, Hani se convirtió en el jefe de personal del Umkhonto we Sizwe [conocido en español como la Lanza de la Nación] y decidió regresar oficialmente a Sudáfrica después de la legalización de la ANC y del SACP en 1990.
Hani "se convirtió rápidamente en alguien que era capaz de articular la frustración de los jóvenes y los pobres", analiza Malala.
Podía hablar sobre Sófocles con sus opositores políticos y, a la vez, sobre religión con el arzobispo Desmond Tutu.
"Fue el líder más popular en el país después de Mandela", abunda el analista político.
En abril de 1993, el migrante polaco Janusz Walus, de extrema derecha, disparó contra él cuando salía de su casa en el este de Johannesburgo. Tenía 50 años.
Walus fue puesto en libertad condicional en diciembre, una decisión que la viuda de Hani, Limpho, tachó de "diabólica".
- Preguntas sin responder -
El caso aún provoca interrogantes, lo que ha propiciado la emergencia de una serie de teorías de la conspiración, que apuntan a la posible implicación de alguien de los servicios secretos o de la ANC.
El Partido Comunista pidió investigar nuevamente el crimen esta semana.
"Hubo muchos (....) factores que no se investigaron de manera adecuada", dice Mapaila. "Necesitamos conocer la verdad".
La dirigente forma parte de los que creen que Hani simbolizó la necesidad de transformaciones radicales, incluido la redistribución de las tierras y de los recursos.
Pero décadas después del apartheid, Sudáfrica sigue siendo una "economía dual con una de las tasas de desigualdad más altas y persistentes del mundo", según el Banco Mundial.
Los sudafricanos esperan cada vez menos del Estado, en un país con una economía estancada, que sufre de un aumento de la criminalidad y de tasas de desempleo vertiginosas.
Muchos culpan a la corrupción y anhelan la época en que líderes como Hani parecían no tener interés en concentrar los poderes y privilegios.
El propio Hani desconfiaba "de sus propios compañeros y de lo que podían hacer una vez que llegaran al poder", comenta Malala.
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