La ciudad ucraniana de Kramatorsk se prepara para un invierno muy duro
En Kramatorsk, una ciudad industrial del este de Ucrania, a 25 km de la línea del frente, hombres y mujeres trabajan juntando madera para un invierno que será duro, con combates incesantes y sin gas.
Entre dos hileras de edificios de los años 1950, en medio de gran jardín frondoso, Oleksander Matviyevsky, un obrero de 42 años, sacó su motosierra y está cortando todos los árboles muertos para hacer leña.
A medida que se acerca el otoño y el invierno, este barrio residencial se organiza para alimentar las pequeñas estufas de ladrillo frente a cada edificio, que sirven para cocinar, y acumula reservas para las estufas de calefacción.
"Nos vamos a juntar para calentarnos (...) y que pase lo que tenga que pasar" dice el hombre de la motosierra. "Antes éramos amigos, ahora somos todavía más cercanos".
A lo lejos, resuena el sonido del fuego de artillería y esporádicamente suenan las sirenas. El ejército ucraniano está muy presente en la ciudad y parece estar preparándose para una larga batalla.
Según las autoridades locales, el suministro de gas se interrumpió en mayo en la región de Donetsk -- controlada en parte por el ejército ucraniano y donde se encuentra Kramatorsk-- y en la vecina región de Lugansk, ocupada por las fuerzas rusas.
Los combates han dañado las infraestructuras, según la misma fuente.
En julio, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski anunció que la evacuación de los civiles de la región de Donetsk era obligatoria, sobre todo en previsión del invierno. "Por favor, evacuen", pidió.
- "Estamos resistiendo" -
En otra zona residencial de Kramatorsk, recientemente afectada por un ataque ruso, Olga, de 60 años, que no quiso dar su apellido, no tiene intención de abandonar su piso.
Según la prensa local, algunos residentes tuvieron que firmar un documento diciendo que asumían la responsabilidad de quedarse.
"No voy a firmar nada. Vamos a morir aquí todos juntos. Una tumba para todos. Pero somos fuertes, estamos resistiendo", dice Olga, levantando el puño y asegurando que no tiene a dónde ir después de 36 años en su piso.
Sentada en un banco frente a su edificio, rodeada de vecinos y de su perro, la mujer admite que teme por sus nietos, que tendrán que enfrentarse al frío.
Kramatorsk sigue teniendo 60.000 habitantes, frente a los 220.000 que tenía antes de la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero, según las cifras del ayuntamiento.
Igor Ieskov, un portavoz del municipio, explica que la ciudad "no tiene recursos para calentar las zonas residenciales".
Pero ha tomado iniciativas como encargar mil estufas tradicionales de leña, las llamadas 'burzhuikas', a un contratista local para ayudar a los que quedan.
Sin embargo, este tipo de calefacción es poco adecuado para los numerosos edificios de apartamentos de la ciudad.
- Vivir con dignidad -
El vecino de Olga, Andrïi Kasionkin, de 54 años, ha optado por otra solución: desde febrero, vive en el sótano de su edificio con su familia, para protegerse de los bombardeos, pero también para estar más caliente en invierno.
Si la humedad es alta, espera conseguir una temperatura de 10°C en invierno, en una época en qué el termómetro puede bajar hasta -10°C.
"Vivimos el aquí y el ahora. Tratamos de no pensar en el mañana", dice Kasionkin. "Tratamos de vivir nuestras vidas con dignidad. Incluso en esta situación".
En Sloviansk, una localidad más cercana al frente, un hospital se está preparando para el frío e instalará una nueva caldera capaz de quemar residuos, carbón o madera.
"Estoy muy preocupada porque (…) los enfermos necesitan cierta temperatura. Necesitan calor durante sus tratamientos”, explica Valentina Glushtchenko, directora del hospital.
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